Fray Julián Cruzalta: su caminar teológico a través del amor al próximo

Mtra. Ángeles Ochoa Ávila

A partir del inicio de este nuevo siglo XXI, hemos notado entre las personas una búsqueda de la Espiritualidad,  mis alumnos y quienes acuden a mi para un acompañamiento espiritual, se sorprenden cuando les pregunto en ¿quién crees?, y la respuesta es casi constante, creo en Dios, creo en un ser superior, creo en la energía, creo en el amor, creo en la Pachamama, creo en lo trascendente, creo que hay algo más que no puedo definir pero sé que existe, la mayoría distinguen una gran diferencia entre la religión y la espiritualidad y piensan que la religión ha sido negativa para el desarrollo de la consciencia de los seres humanos ya que consideran que la religión lo único que les aporta es una serie de dogmas y rituales que ni entienden, ni están interesados en seguirlos.

Para definir que es la espiritualidad, el gran teólogo Leonardo Boff nos ofrece un texto que nos da claridad sobre este tema: “La espiritualidad es aquella actitud por la que el ser humano se siente ligado al todo, por la que percibe el Hilo conductor que liga y religa todas las cosas para formar un cosmos. Esta experiencia le permite al ser humano poner nombre a este Hilo conductor, dialogar y entrar en comunión con él, pues lo percibe en cada detalle de lo real. Lo llama con mil nombres distintos, Fuente originaria de todas las cosas, Misterio del mundo o simplemente Dios”.

Una buena definición de lo que significa ser espiritual desde un ámbito laico, la encontramos en estas palabras de un escritor argentino de apellido Galati que entre otras cosas sobre este tema, afirma: Ser espiritual es tratar a todo como “espíritu”, como esencia pura, que es amor y no cómo materia. Ser espiritual es hablarle a un árbol, y “sentir” su respuesta. Abrazarlo, y “sentir” en el corazón como éste nos responde con el lenguaje del amor… Ser espiritual es empezar a tener actitud con la vida, es abrirle los brazos agradecidos al universo y dejar que él tome lo mejor de ti. Ser espiritual sobre todo es comenzar a guiar a tus hermanos con el ejemplo, y no con la palabra… Ser espiritual, es quitarte todas las máscaras que te pusiste a lo largo de toda tu vida, y enfrentarte de una vez por todas con tu autentico ser. Ser espiritual es empezar a tener actitud con la vida, es abrirle los brazos agradecidos al universo y dejar que él tome lo mejor de ti. Ser espiritual sobre todo es comenzar a guiar a tus hermanos con el ejemplo, y no con la palabra…

Ese es el caso de nuestro querido Fray Julián Cruzalta Aguirre, por sus  los 40 años dedicados a la defensa de la verdad y de la justicia. Un ser espiritual que no se conforma con guiar a sus hermanos, con enseñarles que la consciencia se expande a través de las preguntas, cuando se presenta en los foros nacionales e internacionales para defender a quién lo necesita, cuando a pesar que recibe ataques e infamias de los poderosos, decide no abandonar sus causas, porque todos tenemos derecho a la vida, a la supervivencia,  al desarrollo, el derecho a vivir en condiciones de bienestar, a un sano desarrollo integral y a vivir  en un marco justo y amoroso.

¿Podemos afirmar que hay una ruptura entre la Espiritualidad y la religión, y que la palabra teología se ha convertido en algo extraño y distante?  Existen algunos autores que consideran a esta materia como un asunto de arrogancia cuando de hablar de Dios se trata.

La etimología de la palabra teología tiene un origen griego, se compone de dos palabras Theos que significa “dios” y que a su vez viene del indoeuropeo deiw- «brillar», deiwos «dios», más la palabra logos que significa “estudio” o “razonamiento” o “discurso”. Por lo que Teología se define como el tratado de Dios. Los teólogos se ocupan de los temas relacionados a Dios.

En la Biblia no encontramos ninguna palabra que se relacione con el término teología. Los textos del Antiguo Testamento no son un tratado para conocer a Dios y mucho menos son  metafísicas ni especulativas sobre Dios.

El pueblo judío basó su relación con Dios en la historia,  la experiencia de Dios es relacional y concreto, es Dios quien los elige como su pueblo elegido y los acompaña en cada momento de su vida, Dios es esa divinidad que tiene una relación con ellos y entre ellos.

En el Nuevo Testamento revela que Dios inicia una nueva forma de relacionarse con su pueblo. Dios interviene en la historia de manera definitiva para que el ser humano desarrolle una nueva consciencia y su fe se expanda. El Antiguo testamento empieza a ser interpretado a partir de una perspectiva cristológica.

Alguna vez leí que si tratáramos de reducir al AT en una sola palabra, esta sería Justicia y si hiciéramos lo mismo con el NT, entonces usaríamos la palabra Amor. Palabras que se insertaron en el alma, en la mente y en el corazón de nuestro querido maestro, hermano y amigo Fray Julián Cruzalta Aguirre. Para la palabra Justicia, el hebreo tiene dos palabras, Mispat y Tzedaka, de estas dos palabras la más importante es Tzedaká ya que no significa solamente justicia, sino que se relaciona también con la solidaridad y es obligación de casa judío ayudar para la restitución del derecho que tiene todo ser humano a vivir  con dignidad, el judaísmo entiende que cada vez que alguien ayuda a su projimo, se está también ayudando a si mismo,.

Hoy como en la época de los profetas de Israel, nuestro mundo adolece en todos los sentidos de la justicia, parece que los seres humanos no somos capaces de entender que somos seres interconectados entre nosotros y con Dios, esa frase atribuida a Nicolás de Cusa pero que pertenece a la teología medieval, “Dios es un circulo cuyo centro esta en todas partes y su circunferencia en ninguna”, nos permite entender que Dios es ese Todo sin límite y que su energía creadora está en todas partes.

La corrupción, la inseguridad, el hambre, la marginación, y una cantidad de problemas políticos y sociales que enfrenta nuestro país y el mundo en general, requiere de esas voces que se alzan para denunciarlos y que se encuentre una solución para que se restituya la justicia y la paz. Hoy como hace casi tres milenios surgen las voces que hacen la tarea de los antiguos profetas de Israel, esas voces como la de Fray Julián, nos permiten recordar la voluntad divina, esas mujeres y hombres justos se basan también en los dos trascendentales mandamientos que Jesús enseñó: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma,  con toda tu mente”. Este es el y mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Consignados en Mt 22:37,39.

Estas mujeres y hombres justos tienen como una gran referencia el Sermón de la montaña que conocemos también por el evangelista citado, en donde Jesús enseña en el capítulo 5: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque suyo es el Reino de los Cielos  Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados.

Bienaventurados los mansos, porque heredarán la tierra.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque quedarán saciados Bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia.

Bienaventurados los limpios de corazón, porque verán a Dios.

Bienaventurados los pacíficos, porque serán llamados hijos de Dios.

Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque suyo es el Reino de los Cielos.

Bienaventurados cuando os injurien, os persigan y, mintiendo, digan contra vosotros todo tipo de maldad por mi causa.

Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo: de la misma manera persiguieron a los profetas de antes de vosotros”.

En los Evangelios, Jesús da testimonio a través de sus palabras y acciones que el amor y la justicia están íntimamente entrelazados no solo a través de la Ley, sino también de la misericordia, la compasión y la benevolencia, por los desposeídos, los marginados, los oprimidos, los necesitados, las viudas, los huérfanos, los pobres y los enfermos. La compasión se relaciona con la justicia y conduce a la acción, a corregir lo que esta mal, lo que es injusto, lo que genera sufrimiento al otro. Nuestro querido Fray Julián Cruzalta lleva 40 años trabajando por la defensa de aquellos que sufren, por cambiar consciencias a través del mensaje evangélico, su lucha tiene que ver con lograr que todos los seres humanos tengan derechos, que la dignidad humana se haga costumbre y que la fraternidad y la justicia imperen en el mundo para alcanzar la paz. 

Querido Fray Julián Cruzalta, maestro,  hermano, amigo; tu presencia aporta a este mundo grandes posibilidades para el cambio, tu alma compasiva y benevolente es un ejemplo para quienes te conocemos para luchar contigo por quienes sufren, gracias por tantas enseñanzas y por tu generosa compañia que representa un bálsamo sanador para nuestros corazones.

Para terminar esta pequeña intervención comparto con los presentes este poema, que simboliza todo lo que anhelas para este mundo que habitamos…

LLEGARÁ UN NUEVO DÍA
Florentino Ulibarri

Llegará un día
en el que vivir no sea una pesada carga,
que doble las espaldas
y sofoque los corazones,
sino una asombrosa experiencia de plenitud
para todas las personas,
sea cual sea su origen, color, país o religión.

Llegará un día
en el que la libertad no sea un sueño,
temeroso de ser perdido
si despierta entre nuestros frágiles brazos,
sino una alegre realidad
capaz de ilusionar y emocionar
a todos los que vivimos y soñamos.

Llegará un día
en el que la igualdad no esté en entredicho
ni necesite discriminación positiva,
sea cual sea la cultura,
la condición social,
la patria, la riqueza
o el sexo de las personas.

Llegará un día
en el que los derechos humanos
no necesiten defensores ni leyes,
pues todos los llevaremos tatuados
en nuestras entrañas
y sabremos transmitirlos
a las generaciones futuras.

Llegará un día
en el que la justicia florecerá
en todos los campos y rincones
de nuestro ser y tierra
y podremos mirar sin temor,
en cualquier dirección,
con ojos limpios y acogedores.

Llegará un día
en el que las fronteras desaparecerán,
y todos los seres humanos
podremos movernos,
sin controles ni tarjetas,
de acá para allá,
como en nuestra propia casa.

Llegará un día
en el que la fraternidad
será la mejor carta de ciudadanía,
de dignidad y de respeto,
y todas las personas serán respetadas,
sean o no compañeras, camaradas,
adversarias o amigas.

Llegará un día
en el que podremos convivir,
dialogar y enriquecernos,
amar, compartir y criticarnos,
soñar, trabajar y cantar,
y ser diferentes sin excluirnos
en la mesa, en el corazón y en la historia.

Llegará un día
en el que esta sociedad se sienta renacer
en todos los cruces y sendas,
revistas, periódicos, radios y televisiones;
y en el que la buena noticia
sea el pan nuestro cada día
para quienes aman y caminan.

¡Pronto llegará ese nuevo día, Señor,
si proclamamos sólo palabras de gracia!
¡Ya se anuncia! 

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